Mañana cuando anochezca volverás, como siempre, a estar rodeado de los tuyos. Volverás a atravesar los muros que te custodian, y a derramar tu sangre por las arterias de la ciudad más bonita del mundo.
Mañana cuando anochezca, tu paciencia de Dios infinito volverá a sobrevolar el instinto traicionero de la humanidad. Volverá la oscuridad, las antorchas, un monte de flores silvestres perfumará el aire de la ciudad más bonita del mundo.
Volverán el recuerdo y la nostalgia para algunos; la novedad y el asombro para otros. La felicidad para todos.
Mañana, volverá la intimidad para los que te conocimos irremisiblemente cautivo. Los que te vimos sometido al castigo inexplicable del destierro. Los que sentimos de cerca tu condena.
¿Condenado? Si, al castigo inexplicable de no ver más luz que la que valientemente atravesaba la vidriera mudéjar buscando sus pies para besarlos.
Mañana cuando anochezca volverán las noches mudéjares del Cautivo. Las de la de cercanía de tus manos, las de la devoción sin más artificios, las de un pueblo que te espera en los viejos y ocultos rincones de la emoción.
Cuando anochezca y abandones las bóvedas barrocas, solo tú Señor, serás el protagonista del tiempo que permanezcas sobre una tierra ansiosa por tu visita. Tú serás el alivio del enfermo que te espera en Mantua, el consuelo de los vecinos de Olivo, de Calvario o San José. ¡Qué nombres más apropiados para revivir tu Pasión!
La ciudad también son sus barrios, y es por eso que nadie mejor que Tú entiende, que la cercanía es el vínculo más fuerte entre los hombres y Dios. Siempre has sido muy valiente, y mañana lo serás una vez más al bajar de tu altar para pisar una tierra tempestuosa, que lleva mucho tiempo esperando ver a un Dios distinto del que le anuncian las altas torres y las campanas dominicales. Cuando sea de noche, y ya hayas dejado atrás la inconfundible luz de La Palma, aun tendrás los sentidos prestos a inundarse de muchas cosas desconocidas.
Cuando sea de noche, y los brillos de la luz dejen paso a los reflejos de cuatro hachones de cera tintineante, a la luz tenue de unos faroles, a la sombra de unos cirios, conocerás la luz especial que irradia de esa La Palma que no estás acostumbrado a transitar con tu cuerpo de cedro, porque sí que es verdad que tu alma de Dios está siempre en todas partes.
Prepárense aquellos que no lo conozcan, porque mañana cuando anochezca, volverá el Cautivo de las noches mudéjares, aunque ésta vez no cruzará las aristas de la ojiva. Que así sea .
Mañana cuando anochezca, tu paciencia de Dios infinito volverá a sobrevolar el instinto traicionero de la humanidad. Volverá la oscuridad, las antorchas, un monte de flores silvestres perfumará el aire de la ciudad más bonita del mundo.
Volverán el recuerdo y la nostalgia para algunos; la novedad y el asombro para otros. La felicidad para todos.
Mañana, volverá la intimidad para los que te conocimos irremisiblemente cautivo. Los que te vimos sometido al castigo inexplicable del destierro. Los que sentimos de cerca tu condena.
¿Condenado? Si, al castigo inexplicable de no ver más luz que la que valientemente atravesaba la vidriera mudéjar buscando sus pies para besarlos.
Mañana cuando anochezca volverán las noches mudéjares del Cautivo. Las de la de cercanía de tus manos, las de la devoción sin más artificios, las de un pueblo que te espera en los viejos y ocultos rincones de la emoción.
Cuando anochezca y abandones las bóvedas barrocas, solo tú Señor, serás el protagonista del tiempo que permanezcas sobre una tierra ansiosa por tu visita. Tú serás el alivio del enfermo que te espera en Mantua, el consuelo de los vecinos de Olivo, de Calvario o San José. ¡Qué nombres más apropiados para revivir tu Pasión!
La ciudad también son sus barrios, y es por eso que nadie mejor que Tú entiende, que la cercanía es el vínculo más fuerte entre los hombres y Dios. Siempre has sido muy valiente, y mañana lo serás una vez más al bajar de tu altar para pisar una tierra tempestuosa, que lleva mucho tiempo esperando ver a un Dios distinto del que le anuncian las altas torres y las campanas dominicales. Cuando sea de noche, y ya hayas dejado atrás la inconfundible luz de La Palma, aun tendrás los sentidos prestos a inundarse de muchas cosas desconocidas.
Cuando sea de noche, y los brillos de la luz dejen paso a los reflejos de cuatro hachones de cera tintineante, a la luz tenue de unos faroles, a la sombra de unos cirios, conocerás la luz especial que irradia de esa La Palma que no estás acostumbrado a transitar con tu cuerpo de cedro, porque sí que es verdad que tu alma de Dios está siempre en todas partes.
Prepárense aquellos que no lo conozcan, porque mañana cuando anochezca, volverá el Cautivo de las noches mudéjares, aunque ésta vez no cruzará las aristas de la ojiva. Que así sea .
Alfonso J. Madrid
Foto: Archivo de la Hermandad