Las inclemencias meteorológicas tampoco permitieron que el Santo Entierro recorriera las calles palmerinas.
Viernes Santo triste para La Palma. La lluvia también mojaba las ilusiones de los hermanos de la Servita Cofradía del Santo Entierro.
Parecía que una tregua del tiempo permitiría que en la atardecida del Viernes Santo el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y María Santísima de los Dolores pudieran bendecir a este pueblo en su tradicional Estación de Penitencia.
A la hora fijada cientos de capirotes negros llenaban la Parroquial de San Juan Bautista mientras los sones en ordinario de la Banda de Cornetas y Tambores "Nuestro Padre Jesús Nazareno" de Cazalla de la Sierra (Sevilla) rompían el silencio de la Plaza de España.
La situación era complicada y el cielo gris amenazaba con fuertes lluvias. Ante esto la Junta de Gobierno reunida en Cabildo Extraordinario de Oficiales tomaba la decisión de esperar una hora para ver la evolución del tiempo. El R.P.D. Francisco J. Martín Sirgo, Párroco y Director Espiritual de la Hermandad, procedía a dirigir las preces de rigor previas a la salida procesional.
A la luz de los guardabrisas el paso dorado del Santo Entierro relucía con total plenitud, destacando la portentosa imagen del Señor de la Buena Muerte que portaba en este año las originalísimas potencias de plata bañadas en oro estrenadas en el pasado noviembre por su LXXV Aniversario. Las flores del Misterio del Traslado al Sepulcro llamaron poderosamente la atención de todos los cofrades y palmerinos, que elogiaron el sumo gusto y delicadeza con que estaba dispuesto el friso de flores asilvestradas.
La mirada de la Señora se convertía en faro de la Parroquia. La hora de esperas se consumía en su rostro nacarado y en sus manos llenas de espinas y devoción. La Virgen de los Dolores a la luz de la candelería era el destino de todas las oraciones y plegarias. Clasicismo en el palio romántico, de plata y bordados en oro, en el que los alhelíes blancos derrochaban el fresco perfume que se confundía con el aroma de azahares y rosas que cubrían su peana.
Antes de las 20:00 horas, el Hermano Mayor anunciaba desde el Altar la decisión. El Cabildo de Oficiales había acordado en esta segunda sesión extraordinaria suspender la Estación de Penitencia de la Cofradía del Santo Entierro por las calles de La Palma. El aplauso rotundo de todos los hermanos resonaba bajo las bóvedas barrocas.
Ante la no salida procesional la Hermandad procedió a realizar el ejercicio del Vía-Crucis, que fue seguido por nazarenos, costaleros, hermanos, representaciones civiles y militares, el Consejo de Hermandades y el cuerpo de la Policía Local. La decisión fue acertada, ya que minutos después de la conclusión del rezo una fuerte lluvia mojaba La Palma, confirmándose los pronósticos que la Junta de Gobierno manejaba.
El Viernes Santo resultaba totalmente aniquilado. Por estrenar quedaban los sones de la marcha "Dolores" en la interpretación de la Banda de Música Municipal "Nuestra Señora del Valle" de La Palma, los golpes del nuevo llamador del Misterio, el olor a incienso onubense traido por el Cuerpo de Acolitos de la Hermandad de la Sagrada Cena de Huelva o la ilusión de multitud de pequeños que soñaban con completar su Estación de Penitencia con el Santo Entierro.
La muerte no es el final, tras el broche de oro de sus Dolores llegaría el despertar de un nuevo Domingo de Pascua. La Resurrección volvería a ser luz sobre las tinieblas, volvería a dejar caer el sudario blanco sobre una cruz derrotada, a llevarse por delante el dolor de la Pasión y convertir en sueño lo que antes era Buena Muerte.
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