El agua impedía la salida de la Cofradía de la Madrugá en nuestra Semana Santa.
La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno decidía no realizar su Estación de Penitencia debido a las inclemencias meteorológicas.
Tras un Jueves Santo seco, la lluvia volvía a hacer acto de presencia en la Madrugá del Viernes Santo. A las 05:00 horas de la madrugada debía poner la Cruz de Guía la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el dintel de la Iglesia del Valle pero, unas gotas caídas minutos antes hicieron que la Junta de Gobierno de la Corporación pidiera una hora de tregua para valorar la evolución de la climatología.
Tras sopesar diferentes partes meteorológicos, el Cabildo de Oficiales tomaba la decisión de que los Titulares de la Cofradía, Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima del Socorro y San Juan Evangelista, no realizaran Estación de Penitencia. Decisión acertada, ya que minutos después de las 06:00 horas caía en La Palma un fuerte aguacero. Como mandan las reglas de la Corporación, si ésta no pudiera realizar Estación de Penitencia, se rezaría ante los pasos las Estaciones del Vía-Crucis, congregándose en la coqueta Iglesia del Valle multitud de hermanos y devotos que quisieron seguir la oración.
Clasicismo en las andas del Nazareno. Lirios morados para el Señor del Valle, que lucía su característica túnica bordada de tisú de oro, así como las potencias de Seco Velasco, regalo del Vizconde de La Palma, D. Ignacio de Cepeda. Por su parte, el palio de plata de la Santísima Virgen del Socorro lucía un exquisito exorno floral a base de alhelíes. Estrenaba la venerada imagen la reciente restauración de la saya de salida, que ya lució en su Besamanos de Cuaresma.
La Palma se vio privada del caminar de su Nazareno. La Iglesia del Valle permanecía abierta durante el tiempo que la Cofradía tenía que estar en la calle. La noche se tornaba en gris día, en una manañana oscura sin sol, sin esa luz que cada año viene a reflejarse en el rostro nacarado del Socorro. Llovía incesantemente y el rostro del Nazareno se cubría de plegarias y promesas. Madrugá distinta de Encuentro furtivo bajo el artesón del Valle, donde la ciudad plantó su corazón para convertirlo en Vía Dolorosa, en cruze de miradas, en silencio entre la Madre y el Hijo.
La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno decidía no realizar su Estación de Penitencia debido a las inclemencias meteorológicas.
Tras un Jueves Santo seco, la lluvia volvía a hacer acto de presencia en la Madrugá del Viernes Santo. A las 05:00 horas de la madrugada debía poner la Cruz de Guía la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el dintel de la Iglesia del Valle pero, unas gotas caídas minutos antes hicieron que la Junta de Gobierno de la Corporación pidiera una hora de tregua para valorar la evolución de la climatología.
Tras sopesar diferentes partes meteorológicos, el Cabildo de Oficiales tomaba la decisión de que los Titulares de la Cofradía, Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima del Socorro y San Juan Evangelista, no realizaran Estación de Penitencia. Decisión acertada, ya que minutos después de las 06:00 horas caía en La Palma un fuerte aguacero. Como mandan las reglas de la Corporación, si ésta no pudiera realizar Estación de Penitencia, se rezaría ante los pasos las Estaciones del Vía-Crucis, congregándose en la coqueta Iglesia del Valle multitud de hermanos y devotos que quisieron seguir la oración.
Clasicismo en las andas del Nazareno. Lirios morados para el Señor del Valle, que lucía su característica túnica bordada de tisú de oro, así como las potencias de Seco Velasco, regalo del Vizconde de La Palma, D. Ignacio de Cepeda. Por su parte, el palio de plata de la Santísima Virgen del Socorro lucía un exquisito exorno floral a base de alhelíes. Estrenaba la venerada imagen la reciente restauración de la saya de salida, que ya lució en su Besamanos de Cuaresma.
La Palma se vio privada del caminar de su Nazareno. La Iglesia del Valle permanecía abierta durante el tiempo que la Cofradía tenía que estar en la calle. La noche se tornaba en gris día, en una manañana oscura sin sol, sin esa luz que cada año viene a reflejarse en el rostro nacarado del Socorro. Llovía incesantemente y el rostro del Nazareno se cubría de plegarias y promesas. Madrugá distinta de Encuentro furtivo bajo el artesón del Valle, donde la ciudad plantó su corazón para convertirlo en Vía Dolorosa, en cruze de miradas, en silencio entre la Madre y el Hijo.
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