Vertebrador de mis más cálidos pensamientos. Maestro entre los maestros. Galán de las gubias. Señor de las escofinas. Don Sebastián, genio de las primorosas manos. Habilidoso y diestro con las herramientas e interpretador de los divinos dictados
Sebastián Santos Rojas, artista, escultor, imaginero, creador de sueños. Dador de vida. Animador de la materia inerte. Conductor de los cánones marcados por el mismo Dios, que transformó en realidad las Sagradas Escrituras.
Un precoz creador de figuritas de barro de su Higuera natal. Un afamado artista en su taller de la sevillana calle Santiago. Un joven que iniciaba su carrera en la vieja zapatería de Valverde, donde todo fue hecho, donde tantas heridas fueron curadas con su arte, donde tantos vacíos fueron llenados con sus experiencias cultuales y exquisitas.
La impronta distinguida de sus buriles derramada por toda Andalucía, a la que regaló fe, a la que ensartó de caricias, en la que promovió devociones, en la que creó tantos y muchos símbolos de amor. ¿Cuántos altares regados con su magisterio?, ¿cuántas miradas cautivadas por sus ojos?, ¿cuántos besos recibidos en sus manos?...
Las manos de Dios, los ojos de María, la historia de una Pasión interpretados por un hombre sencillo, sincero, cariñoso y cristiano. Un artista de los de andar por casa, con las ideas claras, con la mirada fija, con una concepción y un rostro que siempre plasmó en sus más íntimas creaciones.
Don Sebastián, allá donde esté, sepa usted que sus obras, traspasan dimensiones, cumplen la función para las que usted las concibió, y cada día más, hacen aflorar en mi ese Síndrome de Stendhal, que solo los grandes artistas son capaces de crear alrededor de sus creaciones.
Sebastián Santos Rojas, artista, escultor, imaginero, creador de sueños. Dador de vida. Animador de la materia inerte. Conductor de los cánones marcados por el mismo Dios, que transformó en realidad las Sagradas Escrituras.
Un precoz creador de figuritas de barro de su Higuera natal. Un afamado artista en su taller de la sevillana calle Santiago. Un joven que iniciaba su carrera en la vieja zapatería de Valverde, donde todo fue hecho, donde tantas heridas fueron curadas con su arte, donde tantos vacíos fueron llenados con sus experiencias cultuales y exquisitas.
La impronta distinguida de sus buriles derramada por toda Andalucía, a la que regaló fe, a la que ensartó de caricias, en la que promovió devociones, en la que creó tantos y muchos símbolos de amor. ¿Cuántos altares regados con su magisterio?, ¿cuántas miradas cautivadas por sus ojos?, ¿cuántos besos recibidos en sus manos?...
Las manos de Dios, los ojos de María, la historia de una Pasión interpretados por un hombre sencillo, sincero, cariñoso y cristiano. Un artista de los de andar por casa, con las ideas claras, con la mirada fija, con una concepción y un rostro que siempre plasmó en sus más íntimas creaciones.
Don Sebastián, allá donde esté, sepa usted que sus obras, traspasan dimensiones, cumplen la función para las que usted las concibió, y cada día más, hacen aflorar en mi ese Síndrome de Stendhal, que solo los grandes artistas son capaces de crear alrededor de sus creaciones.
Alfonso J. Madrid
Foto: Manuel V.