Calvario de atardeceres pasados, de primaveras antiguas, de días de la memoria y recuerdos dorados. La luz tenue del ayer viene a posarse entre las naves de la Parroquia alumbrando a la muerte crucificada del Perdón redentor de Dios.
Vuelve la cruz del Perdón a elevarse bajo la majestuosa cúpula, vuelve la soledad a poner mirada a la dulzura y la Amargura a embelesar corazones. Vuelve aquel a quien traían en tiempo de habas como reflejo de aquella muerte primitiva que Orce tallara y que hoy es testigo único de todo el acontecer cotidiano de la feligresía palmerina. Vuelve la Soledad acompañada de un mar de almas que no esperaban ver repetida la estampa de toda la vida.
Llegó la Hermandad del Perdón a la Parroquia con las últimas luces de un invierno agotado que da paso a una remozada primavera. Fue el 23 de marzo cuando de la Ermita de San Sebastián partían las andas del Santísimo Cristo del Perdón, María Santísima de la Soledad y Nuestra Señora de la Amargura. Por la Calle Real transcurría el extraordinario cortejo, el cual formaban multitud de hermanos y devotos que acompañaron durante todo el recorrido a los Titulares. La llegada a la Parroquia fue histórica, la melancolía y sentimientos afloraron cuando el Perdón cruzó el dintel parroquial tras muchos años de ausencia. Dentro esperaba la Junta de la Hermandad de Nuestra Señora del Valle para recibir a los hermanos del Domingo de Ramos a los pies de nuestra Patrona.
Curiosa estampa, el reflejo de toda la historia de la Hermandad del Perdón resumida en el acotado espacio del ábside: el Perdón de Álvarez Duarte quedaba bajo el de Orce, algo que no se repetía desde hacía una década.
Dos Muertes en cruz, frente a dos Madre que lloran. Dos caras de una pasión que no entiende de lógicas ni razonamientos, porque Dios esta por encima de todas las cosas.
Fue la Patrona el motivo principal por el que del 29 de marzo al 2 de abril se celebró en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista el anual Solemne Quinario de la Hermandad del Cristo del Perdón. Quisieron por este año dejar el recogimiento de San Sebastián para compartir con la Patrona la dicha de su Coronación Canónica y poner a sus pies las oraciones cuaresmales de todos los hermanos que con fe se acercasen a meditar ante el Señor Crucificado.
El altar de cultos presumía de sevillanía y personalidad, un altar con sabor a tiempos pasados. Ante el hermoso dosel granate se alzaba en el centro la cruz del Cristo del Perdón, quedando la imponente talla del Señor flanqueada por candelabros de guardabrisas con cera blanca que iluminaban su figura. A los pies de la cruz, se situaban María Santísima de la Soledad y Nuestra Señora de la Amargura. La Soledad con su mirada perdida en lo recóndito del firmamento, sostenía sobre sus manos un pañuelo de finos encajes y un hermoso rosario de plata, que brillaba al igual que el repujado puñal que se hundía en su pecho y el resplandor que enmarcaba sus sienes. Por su parte, la Amargura vestía saya azul bordada en aplicación, manto burdeos también bordado con esta misma técnica, corona bañada en oro y en su pecho tocado de finos encajes, en el que se situaban varias medallas de oro como el corazón con los siete puñales donado por la Hermandad del Santo Entierro o la medalla del Nazareno de la Hermandad de Padre Jesús. Extraordinario exorno floral el que completaba este armonioso conjunto, con varios centros y jarras con flores de distintos tipos: lirios morados, claveles rojos, calas blancas, alhelíes morados,... Una decoración floral original y de una gran belleza, que ha sido elogiada por muchos de los que en estos días visitaron la Parroquia.
Desde la tarde del sábado del Quinario y durante todo el día del domingo 3 de abril, día de la Solemne Función Principal de Instituto de la Hermandad, la Virgen de la Amargura se presentaba expuesta en Besamanos.
Y un cielo se dibuja en el oscuro fondo de sus ojos, lágrimas de cristal que resbalan tímidas como estrellas fugaces que bordean el valle fértil de tus labios del que nace la poesía. Musa hermosa, Virgen guapa de La Palma que en tus manos está la inspiración de quien busca perderse entre tus encajes y bordados, enredarse entre tus flores y morir como la cera a tus plantas.
La Virgen de la Amargura pisaba el suelo de La Palma vestida con sus mejores galas. Se presentaba con su corona de salida bañada en oro, saya de tisú bordada en oro por D. Mariano Martín Santoja, manto burdeos bordado en aplicación y tocado de ricos encajes, en cuyo centro tomaba la forma de una rosa. A los lados de la Virgen, los candelabros de guardabrisas del palio se llenaban de rosas, liliums y alhelíes blancos, que conformaban el elegante exorno floral. Tras la Amargura, el altar de cultos acogía a la Soledad que quedaba centrada a los pies del Crucificado del Perdón. Multitud de hermanos acudieron a la Función Principal de Instituto, depositando posteriormente besos de amor en las manos delicadas de la Virgen de la Amargura.
El lunes 4 la vuelta a la Ermita de San Sebastián de los Titulares estuvo nuevamente marcada por la añoranza y la melancolía. Despedidas a la Patrona y un adiós a aquellos muros barrocos que tanto cariño tienen a estas Sagradas Imágenes.
Perdón de atardeceres imposibles que parecen salidos de sueños... Multitud de devotos, algunos hermanos con cirios, Calle Real, incienso, silencio y recogimiento fueron las claves de este Traslado de Regreso, en el que la emoción por los históricos cultos celebrados llenaban de satisfacción a los hermanos del Perdón, que recordarán con especial cariño su Quinario del año de la Coronación.
Siete lágrimas se derraman en este Valle, en el que María es Amargura y Soledad Coronada por el amor de un pueblo que se declara mariano por la gracia de Dios, Perdón Crucificado de San Sebastián.
Vuelve la cruz del Perdón a elevarse bajo la majestuosa cúpula, vuelve la soledad a poner mirada a la dulzura y la Amargura a embelesar corazones. Vuelve aquel a quien traían en tiempo de habas como reflejo de aquella muerte primitiva que Orce tallara y que hoy es testigo único de todo el acontecer cotidiano de la feligresía palmerina. Vuelve la Soledad acompañada de un mar de almas que no esperaban ver repetida la estampa de toda la vida.
Llegó la Hermandad del Perdón a la Parroquia con las últimas luces de un invierno agotado que da paso a una remozada primavera. Fue el 23 de marzo cuando de la Ermita de San Sebastián partían las andas del Santísimo Cristo del Perdón, María Santísima de la Soledad y Nuestra Señora de la Amargura. Por la Calle Real transcurría el extraordinario cortejo, el cual formaban multitud de hermanos y devotos que acompañaron durante todo el recorrido a los Titulares. La llegada a la Parroquia fue histórica, la melancolía y sentimientos afloraron cuando el Perdón cruzó el dintel parroquial tras muchos años de ausencia. Dentro esperaba la Junta de la Hermandad de Nuestra Señora del Valle para recibir a los hermanos del Domingo de Ramos a los pies de nuestra Patrona.
Curiosa estampa, el reflejo de toda la historia de la Hermandad del Perdón resumida en el acotado espacio del ábside: el Perdón de Álvarez Duarte quedaba bajo el de Orce, algo que no se repetía desde hacía una década.
Dos Muertes en cruz, frente a dos Madre que lloran. Dos caras de una pasión que no entiende de lógicas ni razonamientos, porque Dios esta por encima de todas las cosas.
Fue la Patrona el motivo principal por el que del 29 de marzo al 2 de abril se celebró en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista el anual Solemne Quinario de la Hermandad del Cristo del Perdón. Quisieron por este año dejar el recogimiento de San Sebastián para compartir con la Patrona la dicha de su Coronación Canónica y poner a sus pies las oraciones cuaresmales de todos los hermanos que con fe se acercasen a meditar ante el Señor Crucificado.
El altar de cultos presumía de sevillanía y personalidad, un altar con sabor a tiempos pasados. Ante el hermoso dosel granate se alzaba en el centro la cruz del Cristo del Perdón, quedando la imponente talla del Señor flanqueada por candelabros de guardabrisas con cera blanca que iluminaban su figura. A los pies de la cruz, se situaban María Santísima de la Soledad y Nuestra Señora de la Amargura. La Soledad con su mirada perdida en lo recóndito del firmamento, sostenía sobre sus manos un pañuelo de finos encajes y un hermoso rosario de plata, que brillaba al igual que el repujado puñal que se hundía en su pecho y el resplandor que enmarcaba sus sienes. Por su parte, la Amargura vestía saya azul bordada en aplicación, manto burdeos también bordado con esta misma técnica, corona bañada en oro y en su pecho tocado de finos encajes, en el que se situaban varias medallas de oro como el corazón con los siete puñales donado por la Hermandad del Santo Entierro o la medalla del Nazareno de la Hermandad de Padre Jesús. Extraordinario exorno floral el que completaba este armonioso conjunto, con varios centros y jarras con flores de distintos tipos: lirios morados, claveles rojos, calas blancas, alhelíes morados,... Una decoración floral original y de una gran belleza, que ha sido elogiada por muchos de los que en estos días visitaron la Parroquia.
Desde la tarde del sábado del Quinario y durante todo el día del domingo 3 de abril, día de la Solemne Función Principal de Instituto de la Hermandad, la Virgen de la Amargura se presentaba expuesta en Besamanos.
Y un cielo se dibuja en el oscuro fondo de sus ojos, lágrimas de cristal que resbalan tímidas como estrellas fugaces que bordean el valle fértil de tus labios del que nace la poesía. Musa hermosa, Virgen guapa de La Palma que en tus manos está la inspiración de quien busca perderse entre tus encajes y bordados, enredarse entre tus flores y morir como la cera a tus plantas.
La Virgen de la Amargura pisaba el suelo de La Palma vestida con sus mejores galas. Se presentaba con su corona de salida bañada en oro, saya de tisú bordada en oro por D. Mariano Martín Santoja, manto burdeos bordado en aplicación y tocado de ricos encajes, en cuyo centro tomaba la forma de una rosa. A los lados de la Virgen, los candelabros de guardabrisas del palio se llenaban de rosas, liliums y alhelíes blancos, que conformaban el elegante exorno floral. Tras la Amargura, el altar de cultos acogía a la Soledad que quedaba centrada a los pies del Crucificado del Perdón. Multitud de hermanos acudieron a la Función Principal de Instituto, depositando posteriormente besos de amor en las manos delicadas de la Virgen de la Amargura.
El lunes 4 la vuelta a la Ermita de San Sebastián de los Titulares estuvo nuevamente marcada por la añoranza y la melancolía. Despedidas a la Patrona y un adiós a aquellos muros barrocos que tanto cariño tienen a estas Sagradas Imágenes.
Perdón de atardeceres imposibles que parecen salidos de sueños... Multitud de devotos, algunos hermanos con cirios, Calle Real, incienso, silencio y recogimiento fueron las claves de este Traslado de Regreso, en el que la emoción por los históricos cultos celebrados llenaban de satisfacción a los hermanos del Perdón, que recordarán con especial cariño su Quinario del año de la Coronación.
Siete lágrimas se derraman en este Valle, en el que María es Amargura y Soledad Coronada por el amor de un pueblo que se declara mariano por la gracia de Dios, Perdón Crucificado de San Sebastián.