La Palma puso el peso de la cruz a sus hombros, espinas en su frente, calles para que su sombra se proyectase, luces para iluminar su faz, oro para vestir su cuerpo, pañuelo para consolar a la Madre, lirios para que muriesen a sus plantas, silencio ante su zancada, oración en sus cultos, parroquia para su cobijo, devoción para no perder la senda...
Gólgota de luces que se observa en la lejanía de este desierto al que hoy nos retiramos para orar con Jesús. Arena de tu desierto, Señor, es la que en esta Cuaresma buscamos pisar siguiendo tus huellas, andando con esfuerzo, venciendo las tentaciones y cumpliendo los designios del Altísimo.
Y es el Socorro, el camino más corto para llegar a su Gloria, esa que se vestirá de repiques y luz en la mañana gozosa del tercer día, la mañana del triunfo de la vida, la mañana de la verdad del cristiano.
Del 7 al 13 de marzo, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno ha celebrado Solemnes Cultos de Reglas en honor de sus Sagrados Titulares.
Para ello, con las últimas luces de la fría y lluviosa noche del 4 de marzo, las Sagradas Imágenes del Nazareno, su Madre y San Juan fueron trasladadas a la Parroquia. Por el camino más corto y entre las aterciopeladas y mínimas gotas de lluvia, la Hermandad recorrió tras Padre Jesús y María del Socorro los escasos metros que separan al Valle de la Parroquia. Momentos históricos se vivieron a la llegada al Templo, cuando el Nazareno quedaba frente a frente con el Señor Cautivo, expuesto en Besapiés en dicha jornada, y se acercaba al altar mayor ante la mirada de la Patrona. Noche de reencuentros, para unas Imágenes que han compartido techo bajo el artesonado de la mudéjar Iglesia del Valle.
El Quinario se desarrollaba con el fervor y el clasicismo característico de esta Hermandad. Del 7 al 11 de marzo, un altar sencillo y con sabor a tiempos pasados se elevaba en el presbiterio Parroquial, acogiendo en lo más alto a Padre Jesús. Majestuoso y esbelto altar, como un faro guía, en el que brilla la luz omnipotente del Nazareno, Dios Padre e Hijo en La Palma. Ante el antiguo dosel se presentaba al Señor, que lucía en estos cultos la túnica bordada en oro conocida como la de los cardos, la más antigua que posee en su ajuar, portando sobre su cabeza potencias, en sus sienes la corona de espinas y apretando con fuerza entre sus manos la cruz redentora del martirio. A los pies del Hijo, María Santísima del Socorro y San Juan rompían el silencio con el mudo diálogo. La Virgen del Socorro vestía manto de terciopelo azul con bordados en aplicación por su cara vista, saya de tisú también bordada en aplicación, corona de plata en sus sienes y sobre su pecho la riquísima mantilla filipina. Por su parte, San Juan portaba mantolín rojo bordado y túnica de terciopelo en color verde, guardando los colores habituales de su iconografía. Llamó la atención del altar la escasez de candelería, reducida a varios blandones, y el exquisito exorno floral a base de jarras bicónicas de claveles rojos. Un altar elegante con el sello personal de esta señera Hermandad de la Madrugá.
El 12 de marzo se celebraba la Solemne Función Principal de Instituto, una jornada importante para los hermanos y devotos que quisieron vivir de cerca este culto completando el aforo de la Parroquial de San Juan Bautista. La Virgen del Socorro descendía del altar para su Besamanos. Una escalinata se situaba tras su hermoso manto azul bordado en oro del siglo XVII, que junto con la saya de tisú bordada en oro, cíngulo rojo de generala, tocado con la mantilla filipina, la corona bañada en oro de salida y una nueva toca de sobremanto bordada en aplicación; conformaban las galas con las que se presentaba la Dolorosa. Volvía a mirar de frente a los suyos, que regresan a sus manos, para depositar en ellas el primer beso tras la Restauración a la que la Virgen ha sido sometida. Completando el conjunto, se alzaban en torno a la Reina de la Madrugá multitud de flores: cuatro jarras bicónicas de rosas en claros tonos y dos jarras a base de rosas blancas, frecsias y delfinium azules.
Al pie del Altar Mayor, los ángeles proclamaban dos nombres de mujer que se unen en las cinco letras de la palabra Madre. Amor de hermanas, salidas de las mismas manos de Dios, en fechas cercanas y con miradas que se pierden en el reflejo de Jesús. Durante la Función, la Hermandad de Padre Jesús quiso materializar este amor y unión de ambas advocaciones marianas, del Valle y del Socorro, otorgándole su medalla con rango de oro a ambas imágenes. El año de la Coronación Canónica de nuestra Patrona y la efeméride del 75 aniversario de María Santísima del Socorro fueron los motivos que impulsaron la entrega de este distinto. Reproducimos algunos extractos de las palabras que D. Juan David Martínez, Teniente Hermano Mayor de Padre Jesús, dirigió en los momentos previos a la imposición de las medallas:
"Hemos compartido mucho, muchísimo, no sólo la casa, el templo en el que hemos permanecido a lo largo de los siglos, sino que generaciones enteras de nuestros hermanos lo han sido de ambas corporaciones. Hemos compartido madrugadas, las frías y silentes del Viernes Santo, y las calurosas y bulliciosas de cada quince de agosto. Hemos compartido durante años cantidad de enseres, desde este dosel que hoy cobija a Padre Jesús, y que sirvió de primer altar a nuestra Madre del Valle cuando llegó en octubre del 36 a un Valle vacío, a estos blandones que te iluminaban en tu novena durante décadas. Hemos compartido ropas, joyas y camaristas, y las mismas manos que han vestido a una Imagen vistieron a la otra durante años, las mismas alhajas que prendían de un pecho, adornaban la cintura o el tocado de la otra. Hemos compartido la devoción a Jesús, a ese Divino Niño que la Virgen del Valle muestra al pueblo cada día, y que en la tarde del Jueves Santo lo muestra a sus plantas entregándolo a su ciudad en forma de nazareno caminante. Hemos compartido altares, y ante tu altar azul se vuelve cada mañana de Viernes Santo ese otro altar itinerante también azul, que es el palio de Nuestra Señora del Socorro pidiendo la venia para salir a las calles tras Tu Hijo Nazareno".
"Por eso, el 18 de febrero del presente año, en Junta de Gobierno aprobó por unanimidad la concesión de la medalla de oro de nuestra Hermandad, conjuntamente, a la Virgen del Valle y a la Virgen del Socorro, por la Coronación Canónica y 75 Aniversario, como símbolo de unidad de ambas advocaciones y Hermandades".
Con un emotivo aplauso y palabras de agradecimiento del Presidente de la Hermandad de Nuestra Señora del Valle se ponía fin a la Función.
Al atardecer de ese mismo día los Titulares de Padre Jesús volvían a ocupar las andas procesionales para el Traslado a su Iglesia del Valle. Cariñosa despedida a la Patrona y añorada visita a las Hermanas de la Cruz. Padre Jesús cruzaba las calles céntricas de la ciudad vestido con su antigua túnica de cardos, llevando tras sus pasos a un buen número de devotos que le siguieron durante todo el caminar. La Virgen del Socorro se presentaba sencilla, ataviada con saya de terciopelo azul noche, manto bordado en aplicación azul y corona de plata. El canto de las Hermanas de la Cruz resonó ante Jesús y su Madre como melodía angelical, plegarias que se sumaron a las que con fervor los devotos y fieles fueron poniendo en cada paso que se avanzaba en este corto trayecto.
Regresaban a casa, al Valle, donde ya huele a azahar, donde el morado es distintivo de fe y donde la oscura sombra de la cruz ya se derrama sobre la humilde mirada del Nazareno: Reo y Rey, Padre e Hijo, Señor nuestro.
Del 7 al 13 de marzo, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno ha celebrado Solemnes Cultos de Reglas en honor de sus Sagrados Titulares.
Para ello, con las últimas luces de la fría y lluviosa noche del 4 de marzo, las Sagradas Imágenes del Nazareno, su Madre y San Juan fueron trasladadas a la Parroquia. Por el camino más corto y entre las aterciopeladas y mínimas gotas de lluvia, la Hermandad recorrió tras Padre Jesús y María del Socorro los escasos metros que separan al Valle de la Parroquia. Momentos históricos se vivieron a la llegada al Templo, cuando el Nazareno quedaba frente a frente con el Señor Cautivo, expuesto en Besapiés en dicha jornada, y se acercaba al altar mayor ante la mirada de la Patrona. Noche de reencuentros, para unas Imágenes que han compartido techo bajo el artesonado de la mudéjar Iglesia del Valle.
El Quinario se desarrollaba con el fervor y el clasicismo característico de esta Hermandad. Del 7 al 11 de marzo, un altar sencillo y con sabor a tiempos pasados se elevaba en el presbiterio Parroquial, acogiendo en lo más alto a Padre Jesús. Majestuoso y esbelto altar, como un faro guía, en el que brilla la luz omnipotente del Nazareno, Dios Padre e Hijo en La Palma. Ante el antiguo dosel se presentaba al Señor, que lucía en estos cultos la túnica bordada en oro conocida como la de los cardos, la más antigua que posee en su ajuar, portando sobre su cabeza potencias, en sus sienes la corona de espinas y apretando con fuerza entre sus manos la cruz redentora del martirio. A los pies del Hijo, María Santísima del Socorro y San Juan rompían el silencio con el mudo diálogo. La Virgen del Socorro vestía manto de terciopelo azul con bordados en aplicación por su cara vista, saya de tisú también bordada en aplicación, corona de plata en sus sienes y sobre su pecho la riquísima mantilla filipina. Por su parte, San Juan portaba mantolín rojo bordado y túnica de terciopelo en color verde, guardando los colores habituales de su iconografía. Llamó la atención del altar la escasez de candelería, reducida a varios blandones, y el exquisito exorno floral a base de jarras bicónicas de claveles rojos. Un altar elegante con el sello personal de esta señera Hermandad de la Madrugá.
El 12 de marzo se celebraba la Solemne Función Principal de Instituto, una jornada importante para los hermanos y devotos que quisieron vivir de cerca este culto completando el aforo de la Parroquial de San Juan Bautista. La Virgen del Socorro descendía del altar para su Besamanos. Una escalinata se situaba tras su hermoso manto azul bordado en oro del siglo XVII, que junto con la saya de tisú bordada en oro, cíngulo rojo de generala, tocado con la mantilla filipina, la corona bañada en oro de salida y una nueva toca de sobremanto bordada en aplicación; conformaban las galas con las que se presentaba la Dolorosa. Volvía a mirar de frente a los suyos, que regresan a sus manos, para depositar en ellas el primer beso tras la Restauración a la que la Virgen ha sido sometida. Completando el conjunto, se alzaban en torno a la Reina de la Madrugá multitud de flores: cuatro jarras bicónicas de rosas en claros tonos y dos jarras a base de rosas blancas, frecsias y delfinium azules.
Al pie del Altar Mayor, los ángeles proclamaban dos nombres de mujer que se unen en las cinco letras de la palabra Madre. Amor de hermanas, salidas de las mismas manos de Dios, en fechas cercanas y con miradas que se pierden en el reflejo de Jesús. Durante la Función, la Hermandad de Padre Jesús quiso materializar este amor y unión de ambas advocaciones marianas, del Valle y del Socorro, otorgándole su medalla con rango de oro a ambas imágenes. El año de la Coronación Canónica de nuestra Patrona y la efeméride del 75 aniversario de María Santísima del Socorro fueron los motivos que impulsaron la entrega de este distinto. Reproducimos algunos extractos de las palabras que D. Juan David Martínez, Teniente Hermano Mayor de Padre Jesús, dirigió en los momentos previos a la imposición de las medallas:
"Hemos compartido mucho, muchísimo, no sólo la casa, el templo en el que hemos permanecido a lo largo de los siglos, sino que generaciones enteras de nuestros hermanos lo han sido de ambas corporaciones. Hemos compartido madrugadas, las frías y silentes del Viernes Santo, y las calurosas y bulliciosas de cada quince de agosto. Hemos compartido durante años cantidad de enseres, desde este dosel que hoy cobija a Padre Jesús, y que sirvió de primer altar a nuestra Madre del Valle cuando llegó en octubre del 36 a un Valle vacío, a estos blandones que te iluminaban en tu novena durante décadas. Hemos compartido ropas, joyas y camaristas, y las mismas manos que han vestido a una Imagen vistieron a la otra durante años, las mismas alhajas que prendían de un pecho, adornaban la cintura o el tocado de la otra. Hemos compartido la devoción a Jesús, a ese Divino Niño que la Virgen del Valle muestra al pueblo cada día, y que en la tarde del Jueves Santo lo muestra a sus plantas entregándolo a su ciudad en forma de nazareno caminante. Hemos compartido altares, y ante tu altar azul se vuelve cada mañana de Viernes Santo ese otro altar itinerante también azul, que es el palio de Nuestra Señora del Socorro pidiendo la venia para salir a las calles tras Tu Hijo Nazareno".
"Por eso, el 18 de febrero del presente año, en Junta de Gobierno aprobó por unanimidad la concesión de la medalla de oro de nuestra Hermandad, conjuntamente, a la Virgen del Valle y a la Virgen del Socorro, por la Coronación Canónica y 75 Aniversario, como símbolo de unidad de ambas advocaciones y Hermandades".
Con un emotivo aplauso y palabras de agradecimiento del Presidente de la Hermandad de Nuestra Señora del Valle se ponía fin a la Función.
Al atardecer de ese mismo día los Titulares de Padre Jesús volvían a ocupar las andas procesionales para el Traslado a su Iglesia del Valle. Cariñosa despedida a la Patrona y añorada visita a las Hermanas de la Cruz. Padre Jesús cruzaba las calles céntricas de la ciudad vestido con su antigua túnica de cardos, llevando tras sus pasos a un buen número de devotos que le siguieron durante todo el caminar. La Virgen del Socorro se presentaba sencilla, ataviada con saya de terciopelo azul noche, manto bordado en aplicación azul y corona de plata. El canto de las Hermanas de la Cruz resonó ante Jesús y su Madre como melodía angelical, plegarias que se sumaron a las que con fervor los devotos y fieles fueron poniendo en cada paso que se avanzaba en este corto trayecto.
Regresaban a casa, al Valle, donde ya huele a azahar, donde el morado es distintivo de fe y donde la oscura sombra de la cruz ya se derrama sobre la humilde mirada del Nazareno: Reo y Rey, Padre e Hijo, Señor nuestro.