El fulgor de una estrella brilla sobre el cielo de La Palma, se recuerda la visita que los Magos de Oriente hicieron al Niño Dios. Lejos, el rumor de la alegría de una Cabalgata de ilusión trata de atravesar la infranqueable ojiva, mientras el silencio gana la batalla. Dios, que en la Epifanía vuelves a adelantar tu pie al Valle, y que bordas el crepúsculo de La Palma con hilos de aquel oro, que hoy se perfuma de incienso y mirra.
Padre Jesús, Niño de Dios, Señor Omnipotente, Rey de Reyes y Nazareno del Valle, La Palma se postra ante el pesebre de tu altiva peana, y deja en tu piel barroca las señales de una devoción que rompe esquemas. Entre lirios y claveles, hoy la vida llena nuestras almas, porque aunque en tu rostro la muerte se presienta, sabemos que en tus manos atadas está la verdad y en tu palabra nuestro alimento de vida. Que queremos honrarte ahora que adelantas el pie y te acercas lentamente a la Pasión de la Cruz.
Un hermoso altar, ubicado a las puertas de la Capilla de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno, acogía al Señor en este tradicional culto del 5 y 6 de enero. Dosel de damascos rojos, rematado por paños bordados con la heráldica de la Hermandad, enmarcaba al Señor Nazareno, que se alzaba ante su pueblo portando la túnica bordada en oro y sedas de colores diseñada por Santiago Martínez y ejecutada por las Adoratrices de Huelva en 1956. Su frente desprovista de la corona de espinas humanizaba el rostro del Nazareno, que llevaba sobre su cabeza potencias de oro. Jarras con elegantes piñas de claveles rojos conformaban el clásico exorno floral y varias tandas de candeleros con cera morada se desplegaban en torno al Señor. Junto a Él su Madre y el Díscipulo Amado. La Virgen del Socorro, la nacarada rosa de la Madrugada, entregaba a La Palma su último llanto antes de que su ausencia dejase huérfana a la Iglesia del Valle. Partiría a las dependencias de la Hermandad para ser sometida a un proceso de restauración y por eso la despedida volvía a enmudecer corazones y a hacer larga una espera, que aún no había comenzado. Ya hay quien sueña con ver tu rostro remozado dibujando contrastes en nuestras retinas, mientras el sol presume de ser primero en rozar con sus rayos tus mejillas.
El pie adelantado..., y La Palma ya siente que el Señor camina entre penumbras y oraciones.
Padre Jesús, Niño de Dios, Señor Omnipotente, Rey de Reyes y Nazareno del Valle, La Palma se postra ante el pesebre de tu altiva peana, y deja en tu piel barroca las señales de una devoción que rompe esquemas. Entre lirios y claveles, hoy la vida llena nuestras almas, porque aunque en tu rostro la muerte se presienta, sabemos que en tus manos atadas está la verdad y en tu palabra nuestro alimento de vida. Que queremos honrarte ahora que adelantas el pie y te acercas lentamente a la Pasión de la Cruz.
Un hermoso altar, ubicado a las puertas de la Capilla de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno, acogía al Señor en este tradicional culto del 5 y 6 de enero. Dosel de damascos rojos, rematado por paños bordados con la heráldica de la Hermandad, enmarcaba al Señor Nazareno, que se alzaba ante su pueblo portando la túnica bordada en oro y sedas de colores diseñada por Santiago Martínez y ejecutada por las Adoratrices de Huelva en 1956. Su frente desprovista de la corona de espinas humanizaba el rostro del Nazareno, que llevaba sobre su cabeza potencias de oro. Jarras con elegantes piñas de claveles rojos conformaban el clásico exorno floral y varias tandas de candeleros con cera morada se desplegaban en torno al Señor. Junto a Él su Madre y el Díscipulo Amado. La Virgen del Socorro, la nacarada rosa de la Madrugada, entregaba a La Palma su último llanto antes de que su ausencia dejase huérfana a la Iglesia del Valle. Partiría a las dependencias de la Hermandad para ser sometida a un proceso de restauración y por eso la despedida volvía a enmudecer corazones y a hacer larga una espera, que aún no había comenzado. Ya hay quien sueña con ver tu rostro remozado dibujando contrastes en nuestras retinas, mientras el sol presume de ser primero en rozar con sus rayos tus mejillas.
El pie adelantado..., y La Palma ya siente que el Señor camina entre penumbras y oraciones.