Y se llenaron sus ojos de Lágrimas, o tal vez es que nunca dejaron de llorar. Lágrimas valientes con sabor cordobés para vestirte de gala, lágrimas sentidas que traen consigo el recuerdo de los que ya no están, lágrimas cautivas de la mirada de tu Hijo, lágrimas de perla que hoy dibujan tu pecho con el fulgor de la devoción...
Suspira la noche, gime el recuerdo y reza La Palma a la antigua advocación a la que nuestros antepasados alguna vez elevaron sus oraciones en el oscuro noviembre de aquellos siglos.
Y como fugadas de la memoria, afloran sus cinco Lágrimas sobre la cerrada noche palmerina que postra una luna de plata ante la baja mirada de la Madre del Cautivo.
Del 11 al 14 de noviembre la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista acogía los cultos en honor a Ntra. Madre y Sra. de las Lágrimas, Titular de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús Cautivo.
Por ello, la Virgen de las Lágrimas se presentaba entronizada en un elegantísimo altar de cultos, en el que llamaba la atención el gusto con el que había sido preparado por la Hermandad del Martes Santo.Vestida con aires cordobeses, la Stma. Virgen de las Lágrimas brillaba hermosísima sobre una amplia peana, siendo flanqueada por dos ciriales repujados de plata. Saya brocada en oscuros tonos azules con galones de plata, estola morada, manto de terciopelo azul noche, tocado de ricos encajes y corona imperial de plata bañada en oro. Digno de mención resultaba el personalísimo rostrillo que enmarcaba el fino rostro de las Lágrimas, el cual otorgaba a la imagen sabor a tiempos pasados. En sus manos descansaba un delicado sudario de encajes, que confería más dramatismo a la Dolorosa. Candelería con cera blanca, varios candelabros de brazos y un exorno floral clásico, a base de piñas cónicas con claveles blancos y clavellinas púrpuras, completaban el conjunto. A los pies de la Virgen se situaba un friso con abundantes flores, en tonos blancos principalmente; así como la media luna de plata que fue estrenada en la pasada Cuaresma.
Tras el Triduo, celebrado los primeros días de cultos, la Virgen descendía del altar y se situaba a la altura de los fieles en la jornada del 14 de noviembre, cuando se celebró la Solemne Función y el Besamanos. Para este culto, el Señor Cautivo fue entronizado ante el dosel rojo del altar, ocupando el lugar en el que había estado durante el Triduo la Virgen de las Lágrimas. De cerca se apreciaba con mayor detalle la belleza de la Reina del Martes Santo y de su ajuar, ya que por ejemplo se observaban mejor la multitud de broches de brillantes y pedrería que resplandecían en el pecho de la Stma. Virgen.
Tras el Triduo, celebrado los primeros días de cultos, la Virgen descendía del altar y se situaba a la altura de los fieles en la jornada del 14 de noviembre, cuando se celebró la Solemne Función y el Besamanos. Para este culto, el Señor Cautivo fue entronizado ante el dosel rojo del altar, ocupando el lugar en el que había estado durante el Triduo la Virgen de las Lágrimas. De cerca se apreciaba con mayor detalle la belleza de la Reina del Martes Santo y de su ajuar, ya que por ejemplo se observaban mejor la multitud de broches de brillantes y pedrería que resplandecían en el pecho de la Stma. Virgen.
Emociones, besos y oraciones fueron derramándose durante todo el día por las benditas manos de la Virgen, al igual que sus Lágrimas siguieron derramándose lentas por sus lindos ojos.
Dicen que el azul de su manto tiene que ver con el color del cielo en el que refulgentes centellean las estrellas, del mismo modo que en sus ojos brillan las finas Lágrimas, esas que ya forman un océano de amor en La Palma.