Duelo Hebreo en La Palma.
La Hermandad Servita del Santo Entierro ha celebrado, desde el día 19 al 25 de marzo, el Solemne Septenario Doloroso en honor de sus Sgdos. Titulares.
María Stma. de los Dolores, exaltada en el cielo de la Iglesia Parroquial, lloraba desconsolada por su Hijo de la Buena Muerte, que yacía a sus pies sobre un lienzo de blanca pureza.
Un año más el Santo Entierro llenó la Parroquia con su estilo particular, mezclando la tradición y el fervor en unos cultos con los que La Palma llega a los últimos días de su Cuaresma.
El sobrio, elegante y majestuoso altar de cultos instalado para el Septenario acogía a la Stma. Virgen de los Dolores, que centrada bajo el magnífico dosel, presidía el conjunto. La Virgen de los Dolores vestía de Hebrea, regalando una estampa poco habitual, ya que la Stma. Virgen suele llevar este atuendo en los días de Adviento y Navidad. La Dolorosa lucía manto azul de raso, saya de brocados en color morada y tocado bordado en plata, portando sobre sus manos la corona de espinas del martirio y sobre su cabeza aureola de plata rematada por estrellas.
Bajo la Señora de los Dolores se encontraba el Stmo. Cristo de la Buena Muerte, recostado sobre un blanco sudario que era sustentado por dos ángeles. El Señor del Santo Entierro impresionó a La Palma con su dramática dulzura y su desgarradora serenidad, en unos cultos marcados por la gran participación de fieles.
Una abundante candelería dispuesta de forma ascendente y gran cantidad de centros de flores, a base de margaritas moradas y liliums blancos, remataban este elegante conjunto.
La Palma volvío a sentir el escalofrío de los Dolores de la Virgen, que desde lo más alto de nuestro cielo recogía la devoción y el amor de su pueblo; un pueblo que alza a María de los Dolores entre todas las mujeres como fuente y baluarte de su fe.
La Hermandad Servita del Santo Entierro ha celebrado, desde el día 19 al 25 de marzo, el Solemne Septenario Doloroso en honor de sus Sgdos. Titulares.
María Stma. de los Dolores, exaltada en el cielo de la Iglesia Parroquial, lloraba desconsolada por su Hijo de la Buena Muerte, que yacía a sus pies sobre un lienzo de blanca pureza.
Un año más el Santo Entierro llenó la Parroquia con su estilo particular, mezclando la tradición y el fervor en unos cultos con los que La Palma llega a los últimos días de su Cuaresma.
El sobrio, elegante y majestuoso altar de cultos instalado para el Septenario acogía a la Stma. Virgen de los Dolores, que centrada bajo el magnífico dosel, presidía el conjunto. La Virgen de los Dolores vestía de Hebrea, regalando una estampa poco habitual, ya que la Stma. Virgen suele llevar este atuendo en los días de Adviento y Navidad. La Dolorosa lucía manto azul de raso, saya de brocados en color morada y tocado bordado en plata, portando sobre sus manos la corona de espinas del martirio y sobre su cabeza aureola de plata rematada por estrellas.
Bajo la Señora de los Dolores se encontraba el Stmo. Cristo de la Buena Muerte, recostado sobre un blanco sudario que era sustentado por dos ángeles. El Señor del Santo Entierro impresionó a La Palma con su dramática dulzura y su desgarradora serenidad, en unos cultos marcados por la gran participación de fieles.
Una abundante candelería dispuesta de forma ascendente y gran cantidad de centros de flores, a base de margaritas moradas y liliums blancos, remataban este elegante conjunto.
La Palma volvío a sentir el escalofrío de los Dolores de la Virgen, que desde lo más alto de nuestro cielo recogía la devoción y el amor de su pueblo; un pueblo que alza a María de los Dolores entre todas las mujeres como fuente y baluarte de su fe.
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