La Mañana
Parece que no quiere ser
y eres el Viernes Santo.
Que en la breve amanecida
pasas oculta en tu palio,
que todo lo que te envuelve
es ajeno a tu traspaso.
Que las lágrimas que inundan
de suspiros tu tocado
son el Socorro que lleva
tu dolor tan solitario.
Que entre la belleza serena
y tu aroma de flor y sándalo,
va sumergida la pena
del Calvario y de tu tránsito.
Que la caricia sencilla
de tu paso entre naranjos,
no crea en la amanecida
el regusto emocionado.
Que la plata que te cubre
y el bordado de tu manto,
solo están para aliviar
tanta pena y tanto llanto.
Que la cera que te alumbra
y tus varales cincelados,
son llamas invisibles
de tu palio imaginado.
Parece que no quieres ser
y eres el Viernes Santo.
Que si no estás en la mañana
no habrá socorro en tus manos,
ni motivos en mi alma
para el verso entrecortado.
Que no existe el paraíso
más que cuando el abrazo,
que cielo y tierra se dan
en el verso de tu palio.
Porque intuyes a lo lejos
a tu Hijo caminando,
pasas con el consuelo
de no verlo en el Calvario.
Y en tu belleza cansada
el dolor soliviantado,
en tu mirada ojerosa
el Socorro lastimado.
En el marfil de esa frente
la tibieza de tu encanto,
en la gloria de tus sienes
todo el amor coronado.
En tus ojos la derrota
de mirar siempre hacia abajo,
y en tus manos la victoria
de Socorro y del amparo.
Que es madrugada vencida
y mañana en lo más alto,
Socorro de recogida
por la calle Real a lo largo.
Cuanta belleza fundida
en ese rostro y ese palio,
y cuánto sol de amanecida
llena de gloria tu paso.
Que parece que no quieres
y el pueblo no te ha dejado,
que quiere verte de Reina
por sus calles paseando.
Que no habrá cera ni plata
ni flores, palio, ni manto,
que puedan hacer valer
todo el candor de tus manos,
todo el Socorro cetrino
y todo el arte de tu paso.
Que parece que no quieres
y eres el Viernes Santo.
Parece que no quiere ser
y eres el Viernes Santo.
Que en la breve amanecida
pasas oculta en tu palio,
que todo lo que te envuelve
es ajeno a tu traspaso.
Que las lágrimas que inundan
de suspiros tu tocado
son el Socorro que lleva
tu dolor tan solitario.
Que entre la belleza serena
y tu aroma de flor y sándalo,
va sumergida la pena
del Calvario y de tu tránsito.
Que la caricia sencilla
de tu paso entre naranjos,
no crea en la amanecida
el regusto emocionado.
Que la plata que te cubre
y el bordado de tu manto,
solo están para aliviar
tanta pena y tanto llanto.
Que la cera que te alumbra
y tus varales cincelados,
son llamas invisibles
de tu palio imaginado.
Parece que no quieres ser
y eres el Viernes Santo.
Que si no estás en la mañana
no habrá socorro en tus manos,
ni motivos en mi alma
para el verso entrecortado.
Que no existe el paraíso
más que cuando el abrazo,
que cielo y tierra se dan
en el verso de tu palio.
Porque intuyes a lo lejos
a tu Hijo caminando,
pasas con el consuelo
de no verlo en el Calvario.
Y en tu belleza cansada
el dolor soliviantado,
en tu mirada ojerosa
el Socorro lastimado.
En el marfil de esa frente
la tibieza de tu encanto,
en la gloria de tus sienes
todo el amor coronado.
En tus ojos la derrota
de mirar siempre hacia abajo,
y en tus manos la victoria
de Socorro y del amparo.
Que es madrugada vencida
y mañana en lo más alto,
Socorro de recogida
por la calle Real a lo largo.
Cuanta belleza fundida
en ese rostro y ese palio,
y cuánto sol de amanecida
llena de gloria tu paso.
Que parece que no quieres
y el pueblo no te ha dejado,
que quiere verte de Reina
por sus calles paseando.
Que no habrá cera ni plata
ni flores, palio, ni manto,
que puedan hacer valer
todo el candor de tus manos,
todo el Socorro cetrino
y todo el arte de tu paso.
Que parece que no quieres
y eres el Viernes Santo.
Manuel García Félix.
Del Pregón de la Semana Santa de La Palma del año 2000.
Del Pregón de la Semana Santa de La Palma del año 2000.
Foto: Manuel V.
