Faro de amor que alumbras los caminos
con claridades místicas de aurora,
¿Qué dulce sol, mirífico, colora
de sangre-luz, tus rayos purpurinos?
Venero de raudales cristianos,
¿en qué mágico edén tu linfa aflora,
divina fuente vivificadora
abierta por la lanza de Longinos?
¡Venga a nos tu deleite y tu dulzura
-blanda caricia de consolaciones-
en la lid recia y en la noche oscura!
De tu Divino Corazón, los dones,
¿no han de encender, Señor, nuestra ventura
si, a la vista, inefable, no lo pones?
Pedro Alonso-Morgado.
Foto: Manuel V.