La Noche de la Soledad
Una saeta que parece un llanto
-igual que una saeta- rasga el viento,
y flota un dejo triste de lamento
en la noche eternal del Viernes Santo.
Nostalgia. El azahar pone el encanto
de su perfume en el ambiente. Lento
cruza el postrer cortejo, macilento,
solemne y luminoso. Vibra el canto
de la postrera copla: ¡Dulce Madre
sola y triste: no hay pena que taladre
el alma cual tu pena! Y en el cielo
-como en aquel divino Parasceve-
la luna cierne su claror de nieve
mudo testigo del divino duelo.
y flota un dejo triste de lamento
en la noche eternal del Viernes Santo.
Nostalgia. El azahar pone el encanto
de su perfume en el ambiente. Lento
cruza el postrer cortejo, macilento,
solemne y luminoso. Vibra el canto
de la postrera copla: ¡Dulce Madre
sola y triste: no hay pena que taladre
el alma cual tu pena! Y en el cielo
-como en aquel divino Parasceve-
la luna cierne su claror de nieve
mudo testigo del divino duelo.
Pedro Alonso-Morgado.
Foto: Manuel V.